Ex alumno/a

Lexi Lee-Johnson

“Debes estar en la mesa”.

Si tuviera un dólar por cada vez que escuchara a mi madre decir esto, sería una mujer rica.

Mi madre es la definición de “estar en la mesa”. Se postula para todo: reuniones de la comunidad, grupos de apoyo, lo que sea. Dirige un centro de vecindario y está en más juntas directivas de las que puedo contar. Cuando entra a un salón en el norte de Minneapolis, la gente sabe quién es y saben que su voz importa.

Como consecuencia de esto, cuando entro a un lugar en el norte de Minneapolis, la gente sabe quién soy. Estoy trabajando para asegurarme de que mi voz importe tanto como la de ella. Ha sido una parte muy significativa de mi vida defender su legado. Es algo que me tomo muy en serio. No ha sido una meta fácil de cumplir.

Mi madre me ha inculcado una profunda creencia de que la participación es la clave para construir una comunidad, que debemos estar juntos y amarnos para mejorar no solo nosotros mismos, sino también el mundo en el que vivimos.

Desde temprana edad, he sabido que para poder contribuir como lo ha hecho mi madre, tengo que aprovechar las oportunidades que se me presentan, sin importar cuán temibles o nuevas sean. Tengo que dar saltos de fe. Todo comenzó cuando me inscribí en KIPP. Todavía puedo recordar el día en que el fundador de KIPP en Minnesota vino a mi casa, se sentó en mi sofá y me convenció de que participara en una escuela que prometía un camino a la universidad.

He seguido dando saltos de fe. Parece ser un tema recurrente en mi vida. He continuado con eso mientras me trasladé al otro lado del país para comenzar como estudiante de primer año en Jackson State University en Mississippi este otoño. Allí espero seguir aprendiendo y creciendo para poder “estar en la mesa” en todos los sentidos, y así regresar al norte de Minneapolis, entrar a cualquier lugar y hacer que mi madre se sienta orgullosa.

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